Hasta al fondo del alma… Alberto Alfredo Taboada

Robbie Dell’Aira

Habría sido en 1993, cuando conocí a Alberto Taboada en aquella mañana de junio, quien se había establecido en el castillo Waardenburg, precisamente donde yo, entonces once años atrás, y siendo aún niño, llamé a la puerta y nunca más dejé de soñarlo. Cómo pudo suceder todo esto, no lo sé. Pero que el mágico castillo Waardenburg une a la gente, está sumamente claro. Por sobre todo artistas, científicos y libre pensadores. Entre los creativos, se acentuó en los últimos cien años. Uno de los más exitosos y natural de Amsterdam fue Evert Jan Ligtelijn (1893-1975) quien convirtió aquel sitio en su atelier por invitación del encargado de la fortaleza desde 1925 hasta 1927. Comenzado el año 1958 hasta 1990 el talentoso y prestigiado artista en Francia, Adriaan van Goelst Meijer (1892-1990) realizó allí el resto de sus obras finales. Alberto encontró el terreno justo y rápidamente reveló una numerosa producción en ese lugar. Sin duda alguna el poder vital del castillo tuvo una entrañable influencia estética sobre el argentino. Recuerdo la profunda impresión que tuve de la bóveda estrellada sobre la arquitectura del castillo que, desde el recinto de Alberto, él veía como un templo radiando ritmos polifónicos. En una de las alas del baluarte se escuchaba Satie y Debussy, poemas recitados desde la caja de títeres. Sobresaliendo dibujos con carbonilla, pastel y pintura al óleo. Naturalezas muertas, paisajes, construcciones, retratos y figuras realizadas con auténticos modelos.

Tiempo y numerosas consideraciones llevó interpretar sus trabajos. Su obra exige reflexión. Por y con amor a su paleta de colores se aproxima a los tintes de la tierra encarnada. El registro es aterciopelado, con largas gradaciones entre oscuros y brillantes. Su trabajo es figurativo. Pero de un modo que no se trata de la figura. Más que la forma es el color que canta en una inusitada sensación atmosférica. Bajo estas referencias la pintura de Alberto es una experiencia abstracta. Me llama la atención el reflejo de la vida interior del artista sobre los objetos, paisajes y personas. Vistos a través de un filtro protector en un dialogo entre la existencia y el alma. El proceso de su trabajo conmueve al espectador en un mundo sin la existencia de palabras, profundiza con transparencia la vida en una dimensión que llega hasta el fondo del alma.

Robbie Dell’Aira

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